Si ojeamos los suplementos culturales de los distintos periódicos observamos que la historieta no posee una presencia estable, no existen espacios propios, únicamente pueden encontrarse reseñas puntuales sin solución de continuidad, y siempre dentro de la sección de literatura.
En los espacios culturales ocurre lo mismo, solo que más acentuado incluso. Escojan cualquier sala de exposiciones al azar (pública o privada) y comprueben el número de muestras dedicadas al cómic. Lo normal es que no exista ninguna. O con suerte una cada dos años o así. En los centros cívicos hay una presencia algo más destacada, pero que se limita a talleres, y no en todos los centros, ni todos los años. Respecto a los museos la situación es aún más desalentadora, el vacío es mayor y más grave, teniendo en cuenta qué son y para qué sirven estos espacios. Últimamente, debido a la moda de adaptar comics, hay más presencia de estos en los cines que en el resto de espacios culturales juntos.
Las políticas culturales, eje desde el que se explica lo anterior, ignoran a la historieta desde principios de los noventa aproximadamente. El cómic desde entonces no ha tenido cabida en éstas. Ni siquiera la presencia de un gran amante del medio como Luis Alberto de Cuenca en la Secretaria de Estado de Cultura ha cambiado esto. Pero este desierto ocurre a nivel estatal, a nivel autonómico y a nivel local, independientemente del partido que haya disfrutado en cada caso del poder. Centrándonos en Madrid y en Andalucía, destaca que desde el Ministerio de Cultura la única atención que se dedica al cómic, salvo casos puntuales, es la aportación económica que se otorga anualmente a FICOMIC, organismo que organiza el Salón del Cómic de Barcelona, y el del Manga de Hospitalet y que acoge a una serie de profesionales, editores y libreros de Cataluña. Desde la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía lo único que resalta es la subvención mínima que, durante un par de años, ha concedido al Salón de Granada. Curiosamente las grandes aportaciones económicas desde lo público le vienen al cómic desde las áreas de Juventud, el INJUVE en Madrid y el Instituto Andaluz de la Juventud en Andalucía (curiosamente la aportación del órgano andaluz es mucho mayor, en términos absolutos, que la del estatal, pese a tener un menor presupuesto).
Si partimos del hecho, indiscutible si se tiene un mínimo conocimiento del medio que nos ocupa, que el cómic es un medio cultural, este hueco en las políticas culturales resulta grave y sangrante, y lastra buena parte del desarrollo cultural del país, ya que se deja en pleno subdesarrollo toda la producción de un medio como éste. Si se compara la situación con el resto de países europeos las conclusiones son lamentables. Los países francófonos son el mejor ejemplo de políticas culturales. El tratamiento al cómic es exquisito, tal y como ocurre con el resto de las artes. La existencia de un Centro Nacional del Cómic, exposiciones por todo el país, y sobre todo el hecho de que el cómic es una de los principales motores de la industria editorial. Las obras de autores como Van Hamme o Dupuy y Berberian son auténticos best sellers, y aparecen en las listas de ventas junto al Código Da Vinci (por poner un ejemplo reciente). En España hoy día esto es simplemente impensable, salvo quizás la reciente aparición de la adaptación de La Ciudad de Cristal en alguna lista de los libros más vendidos.
Es una lastima que no tenga espacio para realizar un análisis razonablemente profundo de porqué esto es así. Pero superficialmente destacan varias razones. Externas al propio cómic e internas. Entre las externas destaca la visión que se tiene de la historieta como un medio infantil o juvenil en el mejor de los casos, esta visión se debe en primer lugar a haber sufrido una legislación que coartaba a los autores durante todo el franquismo (la misma época que en Europa el cómic conquistaba su presencia entre las lecturas de los adultos) y limita a todo el medio a ser una mera lectura para los infantes. En segundo lugar se debe a la presencia mayoritaria, desde mediados de los 80, de publicaciones destinadas a un público juvenil, los superhéroes en primer lugar y el manga en segundo. Estas obras acabaron por eclipsar el resto de comics pensados para un público adulto, que pese a todo se siguieron publicando, y con cada vez más fuerza (ha de recordarse que los lectores del cómic son muy fieles y crecen, maduran y con ellos sus necesidades culturales). Además han de añadirse factores endógenos al propio medio, como una industria renqueante, que no ha logrado desarrollarse ni profesional ni económicamente, y que ha provocado entre otras cosas la fuga de autores al extranjero y la presencia casi absoluta de obras de otros países. Y ni desde la industria, ni desde los lectores, ni desde los autores se ha podido romper esta situación.
Las razones de este divorcio entre el cómic y la Cultura son más numerosas y más profundas, pero creo que con lo que han leído pueden hacerse una idea aproximada de lo que ocurre con el cómic en este país. Con suerte y mucho trabajo puede que la cosa cambie.
Quizás ya esté empezando a cambiar.
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